¿A qué se refieren cuando hablan del «nido vacío?».
¿No les ha pasado que los invitan a una fiesta en donde sirven bocadillos, se la pasan toda la noche “picando” lo que les ofrecen y de ahí…se van a cenar?.
Pues resulta que si alguien juntara en un solo plato todo lo que estuviste «picando», te darías cuenta de que prácticamente cenaste dos veces, porque es mucho más comida de la que te imaginas.
Parecería que este ejemplo no tiene nada que ver, pero los que ya llevamos algunos años en este mundo, no nos damos cuenta de todo lo que hemos vivido porque lo vamos viviendo «día a día».
Es por eso que cuando alguien llega o algo sucede y de golpe se nos presenta todo lo que hemos vivido durante años, de inmediato decimos: «que rápido pasa el tiempo”.
De esto hay muchos ejemplos. Decía mi papá: «los hijos ajenos crecen muy rápido”.
Lo que pasa es que a los hijos ajenos los vemos muy de vez en cuando, mientras que a los propios los vemos todos los días y el cambio es tan gradual, que ni lo sentimos. Apenas ayer los empujabas en un columpio y hoy te das cuenta de que ya vuelan solos.
En estos días, mi hijo Javier nos acaba de decir que ya tiene los medios (y desde luego las ganas), de independizarse e irse a vivir solo. Sobra decir que a pesar de qué se va a 20 minutos de la casa, sentimos que se va al otro lado del mundo.
Muchos de mis amigos de mi edad están en esa etapa en la que ya se casaron sus hijos, o se fueron a vivir solos, o se fueron a vivir a otro país y todos hablan de la extraña sensación que produce: «el nido vacío”. Son una bola de sentimientos encontrados que se pelean todo el tiempo y entre la tristeza de que ya no lo vamos a tener todos los días en casa y la enorme satisfacción de que ya cuenta con los medios para ser independiente, es una montaña rusa emocional en la que se cumple cabalmente la maldición china: «ojalá y te toque vivir tiempos interesantes”.
Me siento muy contento de tener el privilegio de poderlo ayudar a montar su nueva casa (Por cierto, a partir de ayer, me declaro fan de Ikea), a llevar sus cosas, a planear los espacios, en fin, ver la ilusión que le provoca, nos hace inmensamente felices como papás.
Confieso que es muy emocionante ver cómo los hijos van creando su propio camino y escribiendo su propia historia. Sin embargo, creo que lo que más pesa al ver que un hijo se va a la casa, es que eso te pone en la antesala de una siguiente etapa, totalmente incierta pero que también ofrece muchas oportunidades, Entre otras, la oportunidad de conocernos mejor como pareja.
En fin. No nos queda más que disfrutar el éxito de nuestros hijos y al mismo tiempo, disfrutar su compañía mientras nos sea posible. Cómo dice la letra de la canción «los locos bajitos» de Serrat (Que por cierto, es una canción que siempre me saca un par de lágrimas desde el día en que entré a este gremio de la paternidad, hace casi 28 años):
«Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, qué decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día… nos digan adiós».
Para terminar, nada mas quisiera hacer un “anuncio parroquial” a mis dos hijos… sigan con sus planes, pero tómense todo el tiempo que necesiten…no tenemos ninguna prisa.
Si lo pensamos, es un gran momento paraseguir aprendiendo cosas nuevas: